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Ya está. El primero paso, dado. El gobierno de España ha rectificado. De perseguir sin misericordia alguna a los independentistas catalanes ha pasado a ofrecerles un generoso premio para que aparquen la secesión -de momento, aunque en el fondo sabe que no existe alternativa-. Así lo ha hecho público la ministra de Política Territorial: diálogo con ellos para un cambio constitucional y recuperación de partes ilegalizadas por el Tribunal Constitucional en 2010 del Estatuto catalán reformado. Claro que entremedias de la rectificación se ha producido un ‘pequeño' cambio: el de titular del Ejecutivo. Servidor lo ha analizado de forma recurrente en los últimos años. Con la ley y la Constitución actual no hay ninguna salida posible, que no solución. Lo dicho por Meritxell Batet es eso. Y recuérdese: ella y su jefe de filas, Miquel Iceta, se han mostrado favorables a indultos y a todo lo que sea necesario para que los presos salgan de la cárcel. Por supuesto: si el Gobierno de Mariano Rajoy ha estado aprovechando cualquier resquicio legal para sacar a la calle a los etarras, cómo no iba el actual Ejecutivo a excarcelar enseguida que pueda a quienes al fin y al cabo no han cometido otra cosa que una desobediencia al Tribunal Constitucional y al Gobierno, lo cual es grave, sin duda, pero no estamos, como algunos fantasean, ante un golpe de Estado, ni una rebelión ni siquiera una sedición –en el caso de los políticos, diferente es en el caso de los dos dirigentes de organizaciones civiles-, tal y como cientos –no unos pocos, cientos- de expertos juristas han dicho una y otra vez. Los separatistas llevan varios años demandando “diálogo” a Madrid. Pues bien, ahora Madrid va a anegarlos a base de diálogo. Pedro Sánchez se lo ha empezado a chorrear con una manguera de gran calibre y seguirá así hasta que Torra y los dirigentes del PDCAT y ERC se ahoguen de tanto diálogo como tendrán que tragar. De Puigdemont no se preocupa. Su futuro político está escrito: ninguno. Al nuevo presidente la cuestión catalana le resulta esencial en su estrategia política. Se trata de un hombre sin principios ni ideología, lo cual le permite unos márgenes de maniobra que ningún otro líder de cualquier partido político nacional ha tenido jamás. Al ganar la elección directa por parte de los militantes ni siquiera cree deberse a su formación. Está por encima del PSOE. Así actuó –al presentar la moción de censura sin consultarla, como se supone que debería haber hecho, con la afiliación-, así actúa –con la oferta a Torra y compañía que rectifica todo lo dicho y hecho por el PSOE hasta ahora al respecto- y así seguirá actuando en el futuro. Como su extrema debilidad parlamentaria le cercena casi todas las posibilidades de gestión, Cataluña y algunos otros escasos gestos generarán su imagen pública, y ésta será el contenido de su gestión. Los desobedientes catalanes son su mejor baza, o única quizás. Da igual que por ahora no sea posible la reforma constitucional, pues no están por la labor el PP y Ciudadanos. Con hacer política, en esencia de gestos, le bastará. ¿Con qué objetivo? Obvio. Ganar las próximas elecciones y luego ya se verá. Pero por ahora todo, absolutamente todo lo fía a ese objetivo. Dicen algunos que eso es imposible y que será castigado por las urnas. No apuesten por ello. Estamos ante un personaje único. Un político fascinante sin ideología ni principios de ningún tipo. Bien que lo ha demostrado. Es un error caer en el fácil menosprecio. Quienes lo han hecho, como Susana Díaz y Mariano Rajoy, entre otros, lo han pagado caro. Todos lo ‘matamos' cuando se lo cargaron sus compañeros y sin embargo ahí lo tienen al cabo de veinte meses exactos: sentado en el sillón de presidente del Gobierno.