Hila mintió primero inventando que se trataba de dedicatorias a buques de los sublevados en la Guerra Civil, lo cual demuestra sus conocimientos, porque el Churruca y el Gravina fueron –mecachis en la mar- dos destructores del bando republicano. Al final, el historiador y alma máter de los cambios, Llorenç Carrió , emergió para rematar que la causa de su irredimible franquismo era que se trataba de calles bautizadas en 1937 para ‘militarizar' Palma y acojonar al personal. Ello evidencia, en aplicación de la aplastante lógica de nuestro concejal de Educació, que ni siquiera los franquistas eran tan sectarios como él, porque, en plena guerra, bautizaron calles con nombres de buques enemigos.
La torpeza e ignorancia son perdonables, incluso en un político, pero la malicia no. Carrió sabe bien quiénes eran los ilustres marinos con que se designaron las calles de Son Armadans – Andrea Doria , Bazán , Bonifaz , Oquendo , Elcano , etc– y Churruca, Gravina y Cervera son solo tres de ellos, héroes de nuestra Armada, eso sí. A Carrió y a Jarabo seguramente les molesta que un militar español, por más méritos que acredite, dé nombre a calles de Palma, lo cual es entendible en quien profesa su credo político.
Hila, en cambio, no sabe nada, se limita a asumir los disparates que entre Carrió, Vivas , Truyol y Jarabo le preparan para dejarlo en ridículo ante el electorado. Y esta vez han triunfado, vaya si no. Con la ayuda inestimable del inquisidor mayor, Jesús Jurado , le han tendido al PSOE una trampa para que el alcalde quedase atrapado en ella como las moscas en la miel.
Hila está tan rematadamente mal asesorado que incluso llegó a aprobar rebautizar, por franquista, una vía que él mismo, siendo concejal, inauguró: la calle Gabriel Rabassa. ¿Será nuestro alcalde un franquista camuflado?
■ Lo de Joan March es distinto. Hace años que la izquierda quiere pasar cuentas con el financiero y mecenas margalidà. Como siempre, esperan a que el susodicho esté muerto, así lo dilapidan más a gusto.
En Verga es un personaje complejo, un genio irrepetible de nuestra tierra que, como todos ellos, tiene su lado oscuro. Pero llamarle franquista es no conocerlo, porque March jamás estuvo bajo las órdenes de Franco, sino que se limitó a jugar sus cartas en un clima revolucionario como el que se vivía en la España del Frente Popular. Olvidar que March creó la fundación que lleva su nombre, que ha sufragado los estudios universitarios de eminentes líderes de la izquierda o que abrió y donó el hospital situado en Caubet para la lucha contra la tuberculosis o la Casa del Pueblo, regalada en 1924 a la UGT, demuestra el grosero error que ha cometido Cort.
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