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El primer ministro de Gobernación de la II República, Miguel Maura, cuenta una anécdota en su libro Así cayó Alfonso XIII que me ha recordado al alcalde de Palma, José Hila. El que fuera hijo del único mallorquín presidente del Gobierno de España, Antonio Maura, dice que pasó los días 14 y 15 de abril de 1931 en su despacho del Ministerio gestionando los relevos de los gobernadores monárquicos. Cuando salió a la calle, eran las cinco de la madrugada y todavía quedaba gente de celebración. Él volvía a su casa, «extenuado pero satisfecho», cuando llegó a la altura del monumento al general Espartero en la calle Alcalá y se encontró «a unos mozalbetes que habían enlazado la estatua con un fino cable de acero e iban a derribarla». Maura mandó detener el coche y se enfrentó a ellos:

– ¿Qué estáis haciendo?

– Vamos a ejecutar a este tío –dijo uno de los chavales.

– Este ‘tío', como tú dices, era un liberal, y derribar una estatua es una salvajada.

– Pero, vamos a ver, ¿usted quién es?

– El ministro de Gobernación de la República.

En ese momento, los jóvenes se quitaron sus gorras y comenzaron a vitorearle. Maura salvó así la efigie que hoy sigue en pie y ha popularizado el dicho: «Tienes más huevos que el caballo de Espartero». Otras, como la de Felipe III en la plaza Mayor de Madrid, sí que fueron derribadas en aquella enorme y, en general, pacífica movilización popular.

Maura defendió a Espartero porque sabía que derrotó al carlismo y contribuyó a la implantación de libertades en el siglo XIX español. En cambio, José Hila retiró las placas de Churruca , Gravina y Cervera el pasado 22 de marzo sin saber quiénes eran: «No sé quiénes son estos almirantes. No tengo por qué saber de todo», declaró. Cuatro días después, descubrió que no eran franquistas sino militares que murieron antes de que Franco naciera y decidió rectificar. Un desatino que nos llevó al ridículo nacional.

Como Hila, nadie sabe de todo, principalmente del siglo XIX, que viene a ser como la segunda página de Google: el mejor lugar para enterrar un cadáver. Por eso, antes de enlazar un cable al cuello de una estatua, debemos contrastar las informaciones, incluso las procedentes de historiadores, y rectificar a tiempo. Así, podremos saber que hay escritores que apoyaron el franquismo y nadie cuestiona, como Llorenç Villalonga, que incluso da nombre al premio Ciutat de Palma de Novela que entrega Hila. Otros, como Gabriel Fuster Mayans, fundaron esos premios y ahora quieren quitarle su busto en la plaza Mayor.