Por la abrumadora masa de información al minuto que circula de aquí para allá, envuelta en una corteza aún mayor de opiniones y adivinaciones acerca de todas las cosas, incluidas las inexistentes, deduzco que la gente quiere entender, no sólo lo que pasa y el porqué, sino principalmente qué mierda significa todo esto. Necesitan entenderlo todo, en definitiva. Madrid, Catalunya, España, la UE, el mundo, el gato de Schorödinger, la pandemia, la longitud de Planck, los planes del Gobierno y hasta quién se acuesta con quién y con qué intenciones.
Yo mismo me he pasado la vida tratando de entender cosas, y cuando entendía alguna dejaba de entender ocho o nueve, razón por la que a fuerza de entender cada vez entendía menos. Como me tengo por sujeto racional, demasiado racional para mi gusto, ni que decir tiene que este paradójico disparate del entendimiento me mosqueaba mucho. Más aún me irritaba comprobar que, cuando creía haber entendido algo importante, sin más ni más me entraban ganas irracionales de explicárselo a amigos y conocidos, o al mundo en general, lo que como es lógico me acarreaba no pocos disgustos innecesarios. Hasta que de pronto y por sorpresa, mientras pensaba en otras cosas, entendí que no es necesario entenderlo todo. Ni siquiera casi todo. Es un empeño que no tiene sentido; con entender un par de cosas al día (y dejar de entender media docena), vas que te matas. Se puede vivir razonablemente sin esa manía, y cuando te acostumbras a decir «no lo sé», hasta resulta gratificante. Tanto, que es habitual caer en el error, muy común entre los sabios, de que por fin lo has entendido todo. Y no, tampoco. Es otro espejismo.
Por lo demás, la gente que cree entenderlo todo, sean políticos, economistas o filósofos, además de pasarse el día diciendo «No me interrumpa, que yo no le he interrumpido», suele ser intelectualmente anodina y estéticamente irrelevante. No vale la pena entenderles. Mejor dosificar la comprensión. ¿Y si así se llega a no entender nada? Bueno, tampoco es grave. No entender nada, además de muy normal hoy en día con tanta información, suele ser sinónimo de lo mucho que repele lo que se está entendiendo. Conque figúrense entenderlo todo.
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No he entendido nada.