En un episodio de Los Simpson , la Armada engatusa a Barth y compañía para formar un grupo de rock y grabar canciones que, en realidad, son mensajes para alistarse. Naturalmente, Lisa lo descubre todo. Llevo días preguntándome si con el nasti de plasti , o nasti de plàstic , ocurre algo similar. Quizá la clave es leer los textos al revés o cambiar la velocidad de la música como cuando los discos eran siempre redondos y sonaban bajo la presión suave de una aguja. Parece que quedan pocas dudas –a la vista de su éxito en las redes desde el pasado lunes– de que esa campaña y su repercusión habrá sido la única satisfacción de algún alto cargo en los últimos meses. Busquen en otra parte explicaciones más elaboradas, que aquí sólo hallarán las de la intuición y la observación. Ejemplo, la coincidencia temporal de tres hechos que nos devuelven a los años ochenta y sus epígonos: la campaña misma, la inauguración –casi paralela– de una exposición, en La Misericòrdia de Palma, sobre el bar París, Texas (santo y seña de aquella época) y algo que ocurrirá en semanas como colofón de esta efervescencia de guiños a la libertad que va más allá del ayusismo popular. El 3 de julio sucederá algo que tendrá consecuencias: el reencuentro de Rock and Press , el grupo formado por periodistas que, entre 2005 y 2010, ayudó tanto –como si fueran los ochenta– a nuestra liberación. Si eso es una exageración, no lo sé. Como nos enseñó aquel periodista de El hombre que mató a Liberty Valance , «estamos en el Oeste. Y cuando la leyenda sustituye a la realidad, publicamos la leyenda».
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