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Andan estos días empresarios, profesionales y políticos por la feria de turismo de Madrid, donde Baleares tiene puesta su esperanza en el turista nacional, ahora tan querido y deseado, para enderezar algo esta semitemporada ruinosa. En las imágenes que llegan del pabellón autonómico, con fondo de azul mediterráneo, se echa en falta que en sitio visible no hayan colocado un semáforo de pandemia.

El indicador de colores de Baleares estaba ayer con todo en verde, excepto el de vacunación, que ya alcanza un porcentaje igual o superior a la media y mejorando. Estar en situación de bajo riesgo y garantizar la seguridad del destino es un mensaje gráfico contundente y más efectivo que mil entrevistas de trabajo con agentes de viajes. Un error la ausencia de semáforo, porque si las cifras de la pandemia están siendo utilizadas electoralmente, nada impide que sirvan de instrumento comercial.

Además, si la presidenta Ayuso tiene la debilidad o la valentía de pasar por el stand balear, los indicadores en verde podrían decidir la perdedora del rifirrafe con la presidenta Armengol. El duelo de lideresas entre salud y economía está más que superado por el número de muertos, contagios y camas de cuidados intensivos, pero es sabido no que hay peor ciego que el que no quiere ver, ni aceptar que la media nacional de contagios, los rojos del semáforo, hacen inútiles, en países emisores de turistas como Reino Unido y Alemania, las restricciones y el sacrificio de destinos en verde, que te quiero verde, como Baleares. El semáforo de Madrid, entre otros, también nos arruina.