El Gobierno, ante la amenaza separatista, en lugar de robustecer sus instituciones y adecuar las leyes, prepara despojar al TC para ejecutar sus propias sentencias. Va hacer desaparecer el recurso previo de inconstitucionalidad y así impedir paralizar un Estatuto separatista y actuar contra referéndum ilegales. Ante un consenso político el TC no podrá opinar sobre su legalidad.
Por otro lado, concede un infame indulto a los presos y prepara la rebaja retroactiva de las penas por sedición, lo que se traduce en el blanqueo político y moral del golpismo y el condicionamiento del TDH que jugará los recursos de los condenados.
Además, el Consejo de Europa avergüenza al Estado español recomendándole la reforma del delito de sedición, la concesión de los indultos y que no se persiga a los prófugos. Un golpe mortal al sistema judicial español, que lo pone a la altura del turco. Y ello fruto de la posición estratégica del propio Gobierno de la nación para facilitar la voladura de la sentencia por el TDH y, así, contentar a sus socios, que le humillan y desprecian, para permanecer en La Moncloa.
La democracia no ha podido prever la absurda situación de que un Estado decida autodestruirse, así no ha previsto mecanismos que puedan evitarlo. De tal modo que si el Gobierno dispone de una mayoría parlamentaria, aunque la compongan partidos cuyo objetivo es destruir el Estado, puede suicidarse sin que nadie lo puede impedir. Tampoco ha podido prever fórmulas para evitar que un candidato que ha propuesto en la campaña un programa, cuando llega al poder ponga en marcha otro radicalmente opuesto en el que se propone la grandeza épica de construir un nuevo proyecto de país sin mandato alguno. Una corrupción moral y una burla a la soberanía nacional.
Mientras los separatistas, rearmados moralmente por la claudicación del Gobierno, preparan y proclaman acciones para derribar el Estado, el Gobierno toma decisiones contra los intereses del propio Estado, lo coloca en entredicho en el ámbito internacional, lo desarma, lo debilita, lo humilla poniendo en grave riesgo nuestros derechos y libertades, los ciudadanos, rehenes de una ambición, no pueden entender que no les quede otro remedio que la resignación.
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Uno de los mejores artículos que he leído en UH. Ni una coma se puede añadir.