Mira que es fácil. En el uno, La 1; en el dos, La 2; en el tres, Antena 3, IB3 o TV3, según; en el cuatro, qué sino Cuatro; en el cinco, Telecinco, y en el seis, La Sexta. A partir del siete ya no me meto: es cuestión de cada cual. No creo que sea pedir tanto. Bueno, pues no hay manera, oigan. Llegas a un hotel, te dan la llave de tu habitación, subes en el ascensor, abres la puerta, dejas la maleta en un rincón, corres a encender la televisión y, tumbado ya en la cama todavía con los zapatos puestos, te encuentras que los canales del mando a distancia no están ordenados como en casa. ¿Y ahora qué?, piensas.
Porque hay pocas cosas más tristes y deprimentes que el silencio de una habitación de hotel, lo primero que normalmente hacemos al entrar en ella es buscar el mando a distancia del televisor. Confiamos en que al volver a escuchar las voces familiares de los presentadores del telediario, de los contertulios de Ana Rosa , o del actor que dobla a Bruce Willis desaparecerá esa ligera sensación de abandono y desarraigo que hemos notado de pronto nada más abrir la puerta, y recuperaremos algo de esa seguridad que teníamos antes de salir de casa, donde sabíamos dónde estábamos y dónde estaba también cada cosa. Pero ni en el uno, ni en el dos, ni en el tres, ni en el cuatro: Yo he llegado a encontrarme televisores de hotel en los que La 1 estaba más allá del veinte y la primera imagen que veías por la mañana cuando los encendías desde la cama era la de la señora del tarot.
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