Los jubilados baleares cobran de media 361 euros al mes menos que los vascos, que alcanzan los 1.458 euros de pensión. Dicho así, cualquiera tiende a pensar que hay un dios vengador que castiga a los ancianos de las Islas por algún motivo y beneficia a los del norte. Y no, nada más lejos. El sistema de pensiones español no puede ser más aséptico y más justo. Porque la pensión de jubilación refleja únicamente la cotización que el trabajador –y su empresario– ha hecho a lo largo de su vida laboral. ¿Qué ocurre? Que los salarios en el País Vasco son tradicionalmente más elevados que los baleares, porque allí la mayoría de los trabajadores están mejor cualificados.
Una de las grandezas de la industria turística es que el dinero prácticamente cae del cielo y se sirve de miles de empleados de baja cualificación y, por tanto, bajo sueldo. Sin embargo, la temporalidad balear tiene un precio. Quien trabaja siete meses y descansa cinco, estará cotizando mucho menos que quien lo hace durante todo el año, década tras década.
Hace años leí una entrevista a una kelly que se quejaba de que su madre, que la precedió en su tarea, se había llevado una ingrata sorpresa cuando se jubiló después de una larga y dura vida laboral: descubrió que había cotizado mucho menos de lo que pensaba. Y ese es otro problema típico de la clase trabajadora española: no nos preocupamos por el futuro. Dios proveerá. O el Estado. Y eso hace que hasta que llega el momento de abandonar el mundo laboral no preguntamos en qué situación estamos y tampoco nos va mucho eso de ahorrar para la vejez, como hacen los europeos. Luego vienen los lamentos.
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