Me tomo la tradicional recomendación de lecturas veraniegas como una obligación profesional, no moral ni cultural, por lo que tal vez los libros que propongo no sean fáciles de encontrar. No presto atención a esos detalles, tómenlo como un reto estival. Si su velocidad de lectura es modesta, unas 50 páginas diarias, o incluso muy modesta, pueden empezar con el clásico El libro de la almohada (189 páginas), de Sei Sonagan, cortesana japonesa del siglo X.
Seguramente ya les he hablado de él, pues hace mucho que estoy enamorado de esta dama remota. Que sólo para divertirse dice las cosas tal como ocurrieron, y hace listas de qué le gusta y qué no, avisando al final que «aprueba lo que otros aborrecen y aborrece lo que otros aprueban».
Pero como los gozos y aborrecimientos de la señora Sonagan son totalmente ajenos a los gustos, intereses o preocupaciones del lector actual, y no tienen nada que ver con su vida, se pueden leer sin pensar. Sólo leer. Pensar eleva la temperatura corporal, por lo que este libro es muy refrescante. De él no podrá decir ningún crítico la gilipollez de que «parece escrito ayer». No, parece escrito hace mil años, y por una japonesa inimaginable. Feliz lectura, feliz extrañamiento.
Y ya en Japón, de paso pueden leer Seda, de Alessandro Baricco, 125 páginas muy estilizadas, y tan tenues como las cintas del chaleco morado de Sei Sonagan. Como fue un gran éxito editorial hace veinte años, pueden decir que lo están releyendo. Otra cosa adecuada al verano son los fantasmas, que refrescan el ambiente varios grados.
Baba Yagá puso un huevo, de la croata Dubravka Ugresic (con acento en la ce final), son 370 páginas llenas de fantasmas, además de la célebre bruja Baba Yagá, asombrosa criatura de naturaleza sombría, bastante tenebrosa. Excelente lectura para el verano, aunque tampoco está nada mal en invierno. Si se encaprichan con esta croata, como hice yo, pueden añadir su ensayo Gracias por no leer. Reto descomunal, puesto que es casi inencontrable.
Y si su afán de lectura ha mejorado, y queda verano, pueden recurrir a El plantador de tabaco, de John Barth, más de mil páginas hilarantes. No haré más recomendaciones. Me canso. No sirven para nada.
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