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Voy a hablar de ello aunque quizás llegue unos días tarde. Hablaré porque debo hacerlo, a pesar de que lleve tantos años repitiendo la misma historia que me resulta casi doloroso, y terriblemente aburrido, volver a reiterar unos argumentos elementales, obvios. Lo diré una vez más: en Mallorca, Menorca, Ibiza y Formentera hablamos catalán. Así de sencillo y así de rotundo. A pesar de que llegue Pablo Casado cual avezado lingüista y pretenda sentar cátedra sobre lo que es claro como el agua. ¿Alguien puede decirme dónde estudió filología este señor? En qué universidad del mundo le explicaron disparates sobre la lengua catalana? La respuesta es obvia: en ninguna. Sin embargo la prepotencia humana no tiene límites. ¿Creen ustedes que el señor Casado entraría en un quirófano y se atrevería a decirle al cirujano lo que tiene que operar? ¿Piensan que iría a casa de un buen carpintero y le discutiría cómo se hace una mesa? ¿Sería capaz de ir por el mundo a día de hoy explicando que la tierra es plana?

En cambio en temas lingüísticos cualquier hijo de vecino tiene derecho a opinar. Y no es así. Hablamos catalán. Deberíamos hablarlo con orgullo, defendiendo su riqueza y su diversidad, protegiéndolo de todos los que quieren hacerlo morir. Ese es el objetivo último de quienes dicen que no hablamos la misma lengua: destruir la herencia de nuestros padres. Hacer desaparecer ese tesoro único que es la lengua con la que aprendimos a observar el mundo. Divide y vencerás dice la máxima. Es cierto, porque, si dividimos, debilitamos, empequeñecemos, creamos el caos.

Hace muchos años que no doy clases particulares. Lo hacía durante mis tiempos de estudiante, cuando me esforzaba por ganar algún dinerillo extra. Esa época queda muy atrás. Sin embargo, no tengo ningún problema a la hora de intentar poner mi granito de arena en esta cuestión. Si el señor Casado necesita clases de cultura general, me ofrezco a dárselas. En verano todos disponemos de algo más de tiempo. Seguro que es un hombre que desea enmendar sus errores y aprender. Yo le daría cuatro clases básicas sobre el catalán que le ayuden a ordenar conceptos. Al fin y al cabo, tenemos que intentar evitar que el prójimo vaya por el mundo haciendo el ridículo. No sé si sería un alumno aplicado. En cualquier caso, estoy dispuesta a repetirle los conceptos las veces que haga falta, si tiene alguna pequeña dificultad de comprensión.