La historia del carabinero Eduardo Calviño Díaz explica cómo este cuerpo armado de tendencias republicanas se sumó al golpe de julio de 1936 en Mallorca. El otro día pude entrevistar a su hijo Celso en el Claustro de Llucmajor y me contó sus años de investigaciones sobre este cuerpo dedicado a la vigilancia de costas. Su padre combatió en el bando sublevado en la Batalla de Mallorca porque así se lo ordenaron sus superiores. La mayoría de sus compañeros eran republicanos pero en el momento clave tuvieron que obedecer.
Cuando se declaró el golpe en Mallorca, la izquierda tenía grandes confianzas en los carabineros. Eran unos 600 en todo Baleares y Celso calcula que el 75 % era fiel a la República. Sin embargo, eran muy pocos para enfrentarse al Ejército y la Guardia Civil, así que sólo ofrecieron cierta resistencia en Sóller, Pollença, sa Pobla y Manacor.
Eduardo Calviño era de Orense, tenía 24 años y estaba destinado en s'Arenal. Reconoce que en su cuartel apenas hablaban de política y no sabían qué hacer, así que se encomendaron a sus superiores. Las órdenes de Palma eran muy claras: sumarse al golpe y detener a los sospechosos. Los oficiales decidieron acatarlas y encerraron a los carabineros menos fiables.
Los demás, entre los que estaba Eduardo, fueron enviados a Porto Cristo a combatir a las columnas catalanas que desembarcaron el 16 de agosto. «Antes de salir, las mujeres de Llucmajor nos colgaron medallas de la Virgen pero se acabaron y a mí una me regaló la suya de plata». Su primera misión fue reforzar la línea de defensa de las Cuevas dels Hams, desde donde contemplaron la cantidad de barcos enemigos. «Cuando vimos todo aquello, pensamos que no quedaría ninguno de nosotros», recuerda.
Sin embargo, aseguraron el sector y el día 29 fueron enviados a Son Servera, porque los republicanos habían conquistado la importante montaña de Son Corb. Los carabineros de Llucmajor, combinados con otras fuerzas militares, ocuparon la zona de Pula para atacar desde el norte y el 2 de septiembre avanzaron hasta recuperar la posición. Eduardo asegura que no disparó a nadie: «No vi a ningún enemigo, sólo mucha sangre en el material abandonado». El 4 de septiembre los republicanos reembarcaron y terminó la batalla. Los carabineros sufrieron en total seis muertos en el frente.
Años después, entrevistado por su hijo, Eduardo seguía sin explicarse el resultado de la batalla: «No entiendo cómo el primer día los republicanos no llegaron a Palma. Después de ver cómo se organizaron en Mallorca, sabíamos que perderían la guerra». El dilema había sido resuelto: debían sumarse al bando sublevado.
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