Tuve dos formadores en mi largo período de estudiante eclesiástico; tuve director espiritual y rector del centro. La misión del primero era el cultivo de la dimensión religiosa y la del segundo, el de la dimensión humanista. Los dos, en circunstancias distintas, me hablaron utilizando un mismo vocablo del diccionario, el céntimo. Pero como sus cometidos eran diferentes, hicieron del céntimo un uso diferente.
El director espiritual me dijo: «La perfección se juega en el último céntimo» y me animó a estar dispuesto, por Dios, a dar hasta la última gota de sangre. El rector me dijo: «La honradez se juega en el primer céntimo»; te hago responsable de la llave del armario de los bolis destinados a las aulas; yo estoy seguro de que no robarás una caja entera de bolígrafos, pero cuida tú de no robar un solo boli, el honor se te caería en el robo del primero.
Olvido el consejo espiritual para concentrarme ahora en el humanista y ofrecerlo a políticos, funcionarios y a todos los administradores de fondos ajenos: si no quieren ser tachados de corruptos, cuiden de no robar cien mil euros, pero, sobre todo, pongan máxima atención en no robar uno. Es en el primer euro que se administra que se decide entre la dignidad y la corrupción.
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