Estos días de lluvia y arroyos saltando las aceras en busca de su cauce ayudan a evocar la fábula de aquel escorpión que pidió a la rana montarse en su espalda para cruzar el río, pero que finalmente le clavó el aguijón, matando a la rana y ahogándose el mismo, porque esa era, y sigue siendo, su naturaleza. Vivimos tiempos de arroyos desbordados, como el proyecto de reabrir, disfrazado de regeneración, el gran negocio que durante más de cincuenta años fueron las conocidas como canteras de Establiments.
Juzguen ustedes mismos la naturaleza de quienes piden ayuda para salir elegidos, montados sobre las espaldas de votantes a los que han convencido de que ellos defienden el territorio, la naturaleza y los intereses de este pueblo, pero no dudan en dar el visto bueno al impacto medioambiental de un proyecto ubicado en un entorno habitado, que supone voladuras o doce horas diarias de martillo mecánico y el ruido de otras máquinas para comercializar cerca de 6 millones de toneladas de material propio de la cantera y verter en su lugar 150.000 toneladas de escombros por año, durante treinta años prorrogables.
Se ignora el riesgo de contaminación de acuíferos y pozos y se minimiza el impacto de hacer circular un camión cada 2,5 minutos en una vía que no supera los 5,80 metros de ancho en algunos tramos, sin arcén ni acera y que es camino de varios centros educativos y acceso a barriadas y viviendas. Los hechos definirán finalmente la naturaleza de quienes van a decidir, las ranas tomamos buena nota.
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