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En mi religión se dan misterios, se dan escándalos, se dan santidades. Y se dan, también, paradojas. Dos de ellas, son mayúsculas: tener en tan mal concepto lo mundano y lo carnal cuando se tendría que tener un concepto óptimo. Algo muy grave debió suceder en alguna determinada circunstancia histórica.

¿Qué tuvo que suceder para que el mundo y la carne fueran concebidos como enemigos del ser cristiano? ¿De qué razón se pudo echar mano para enseñar a despreciar al mundo cuando el evangelio dice «Tanto amó Dios al mundo que le entregó su Hijo único»? ¿Sobre qué base pudo apoyarse quien enseñó a temer la carne cuando el evangelio afirma «Y el Verbo (Dios) se hizo carne y habitó entre nosotros»? Se me dirá que los vocablos pueden tener muchas acepciones, pero irrita que, refiriéndonos al cristianismo, lo primero que se le ocurra a quien escucha ‘mundano' o ‘carnal' no sea conceptualmente positivo. También se subrayó mucho el ‘pecado original', siendo que, bíblicamente, es más original –está más en el origen y fundamento–, la gracia que el pecado; lo estrictamente original es merced, regalo, don. Atengámonos a los textos revelados, a que Dios vino al mundo y se hizo carne: ¿Acaso consiste en otra cosa lo que los creyentes cristianos celebramos en Navidad?