Otros, incluso escritos por el autor, arremeten sin piedad contra la propia obra, masacrándola, como el caso de Simon Leys con su extraordinario relato Los náufragos del Batavia, acaso el prólogo más desolador del mundo. Sólo le habría superado Gógol, cuya inquina contra su obra maestra Almas muertas no cabía en un prólogo, y exigió numerosas cartas y ensayos, además de obligarle a quemar la segunda parte de su novela en una estufa panzuda. Con los prólogos de los años que comienzan estas cosas no pasan, de ahí que yo jamás haya prologado libros, ni propios ni ajenos, pero sí años, y voy por el 2022. Que más que prólogo es un prefacio introductorio, como el de las misas, o un preámbulo, género que implica dar muchos rodeos. Precisamente para no caer en la futurología. Demasiados doses tiene este año para encima ponerse proféticos. Como el Gobierno, que tiene en marcha la Agenda España 2050 mucho antes de cumplir la pregonada Agenda 2030.
Es lo que tienen los pronósticos, que se acumulan hasta formar hediondos vertederos de futuros en estado de putrefacción. Muy tóxicos, por la enfermiza nostalgia del futuro que provocan. En fin, que ayer empezó el año 2022, bastante parecido al 2021, y también al 2023. Mismo vocerío, ninguna novedad en exabruptos de la derecha. Aquí sólo muta el virus. ¿Y si no ocurriese ningún desastre profetizado? Entonces sería peor, porque nuestras derechas se lo inventarían. ETA, catalanes, cosas así. Comprenderán que no me haya hecho ningún propósito para este año. Lo que venga. Ya improvisaremos. En cuanto a los prólogos, mejor si breves. Y leer antes la novela.
Sin comentarios
Para comentar es necesario estar registrado en Ultima Hora
De momento no hay comentarios.