TW
0

Pasadas ya estas fiestas ahora toca enfrentar este nuevo año que, como todos, empieza con esplendorosos propósitos y crudas realidades. Además de nuestros sempiternos apuntarnos al gimnasio, dejar de fumar o aprender inglés, quizá haya llegado el momento en que deberíamos plantearnos objetivos más ambiciosos y altruistas como contribuir a la lucha contra el cambio climático, desterrar el machismo o ayudar a acabar con la desigualdad entre ricos y pobres. Puede que sean propósitos utópicos o sueños inalcanzables, pero lo que sí son es realidades acuciantes.

Quizá este 22 sea el año en que debamos empezar a abrir nuestra mente y, sobre todo, nuestro corazón, a propósitos que incluyan a las y los demás, al planeta, a nuestros nietos y tataranietos. El individualismo en el que nos hemos acostumbrado a vivir nos ha llevado a que incluso nuestros sueños y nuestros propósitos hayan dejado fuera a quienes comparten la aventura de vivir con nosotros, a quienes el tiempo ha hecho que nacieran cuando a nosotros nos ha tocado vivir, y a quienes todavía no alcanzan a ser óvulos ni espermatozoides.

El mí, yo, mío, se ha adueñado de lo que somos y ha hipotecado lo que hacemos. Ya casi nadie piensa en el otro, en la otra, en los de más allá. Sólo nos preocupa lo que nos pueda pasar a nosotros. Estamos aposentados en la jungla del sálvese quien pueda. ¡Qué lejos quedan aquellos años en los que soñábamos cambiar el mundo! Carentes de autoestima, nos contentamos buscando likes como perros hambrientos. Vivimos aislados en islas que, lejos de ser las paradisíacas con las que soñaron nuestros antepasados, son ahora inmensos basurales de plástico en permanente expansión.

Y ahí seguimos, esclavizados al 'yomímeconmigo', sin darnos cuenta de que solo abriendo nuestro corazón a los demás, solo tendiendo nuestra mano a quien la pueda necesitar, tendremos una oportunidad de sobrevivir en este loco mundo de pantallas y algoritmos que ha transformado la realidad, nuestra realidad, en algo virtual y deshumanizado donde ya casi nada queda de lo que somos. Al perder los valores que nos hacían ser seres humanos le siguió el perder los referentes que teníamos ¿Quiénes son hoy nuestros referentes?, ¿Quiénes siguen un camino que a nosotros nos gustaría seguir?, ¿Quiénes aquellas o aquellos de los que pensamos "esta sí me representa", "en este sí confío", "este es coherente con lo que dice"? Seguro que tampoco alcanzaremos estos propósitos, pero, aunque así sea, perseguirlos habrá hecho de nosotros algo mejor y de este mundo algo mucho más habitable.