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No sabía que Vladímir Putin es cristiano ortodoxo practicante, que pertenece a la Iglesia ortodoxa de Rusia. Tampoco sabía que el Patriarca de la ortodoxia rusa se llama Cirilo I. Desconocía que Cirilo y Putin eran buenos amigos. Cirilo siempre invita Vladímir a las solemnidades litúrgicas y Vladímir siempre invita a Cirilo a los actos más importantes de su gobierno. Tampoco sabía que de la Iglesia ortodoxa de Rusia dependen las iglesias ortodoxas de Moldavia, Letonia, Japón, China y hasta hace tres años la de Ucrania. Sí, también la de Ucrania. Es decir que los ucranianos en esto de la fe, dependían del Patriarcado ortodoxo con sede en Moscú.

No sabía que la ortodoxia ucraniana se independizó del Patriarcado ruso en 2018 y dejó de depender de Moscú con el visto bueno de Bartolomé I, patriarca de la Iglesia madre ortodoxa de Constantinopla (Estambul) y el reconocimiento de la ortodoxia de Alejandría, de la ortodoxia de Chipre y de otras muchas iglesias ortodoxas de la cristiandad oriental, dando lugar al nacimiento de la Iglesia ortodoxa de Ucrania con el nombramiento de Epifanio I como metropolitano del lugar. Tampoco sabía que Cirilo de Moscú se había enfadado y roto relaciones con la Iglesia ortodoxa de Constantinopla (2018), de Alejandría (2019) y de Chipre (2020) porque habían reconocido el nacimiento de la Iglesia ortodoxa de Ucrania provocando una ruptura en el cristianismo ortodoxo como no se había visto en la cristiandad desde el cisma de Occidente de 1054.

No sabía que al metropolitano Epifanio, líder de la recién creada Iglesia ortodoxa de Ucrania, lo habían intentado asesinar las tropas rusas en tres ocasiones desde que se inició esta guerra. Tampoco sabía que además de histórica, geográfica y económica esta maldita guerra tenía una motivación religiosa que la convierte en una guerra muy ortodoxa.