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Las ideas cuando nacen son muy volátiles, apenas tienen masa, nunca se están quietas y van de aquí para allá a lo loco, como motas de polvo; dejas un objeto encima de la mesa varios días, no sé, una libretita o una navaja, y cuando lo coges enseguida notas al tacto que está cubierto de ideas, algunas muy incrustadas, y hay que sacudirlo o frotarlo con un trapo para quitarles la suciedad. De lo contrario, las ideas peregrinas cogen unos microgramos de peso, se hacen sedentarias, lo dejan todo perdido de polución ideológica. Se pueden encontrar ideas en cualquier parte, escondidas bajo las alfombras o los cascotes de un edificio bombardeado, en la ceniza de los ceniceros, adheridas a la suela de los zapatos, en la red de alcantarillado, en los platos sucios del fregadero, en periódicos y libros, en el listado de cotizaciones de Bolsa (rarísimas, esas ideas), en la pantalla del portátil, en el dobladillo de los pantalones, en los billetes de veinte euros. La de ideas que hay por ahí, debajo de los colchones, ocultas.

Cuando alcanzan el tamaño de bacterias, que es un tamaño monstruoso para una idea, se blindan y encapsulan, y ya no hay manera de sacudirlas. Algunas parecen muertas, pero no lo están; están muy vivas en estado latente, y así pueden sobrevivir miles de años. Incluso las hay en el espacio exterior, entre la basura espacial, o transportadas por los cohetes de esos multimillonarios que ahora quieren ser astronautas. Ideas peregrinas. ¿Y qué hacen? Se devoran entre sí; algunas son caníbales. Pero como al mismo tiempo se reproducen como microorganismos, y nunca mueren, su número (incalculable) no deja de aumentar. Todo está hecho un asco de ideas, para qué nos vamos a engañar.

A veces, cuando leo una noticia o veo imágenes de actualidad (líderes perorando, desfiles de modelos, la guerra, los precios de la energía), intento averiguar qué ideas hay enquistadas debajo, hechas un ovillo, escondidas. En ocasiones es fácil, son las cuatro ideas de siempre, que ya tienen el tamaño de montañas invisibles. En otras ocasiones dudo, porque son tan peregrinas que hasta tengo dudas sobre qué es dudoso y qué no. Ah, la polución ideológica. Igual es otra idea peregrina.