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Alberto Núñez Feijóo es el nuevo líder del PP. Ratificar esa encomienda era la tarea principal del congreso celebrado en Sevilla. Recomponer la unidad y el norte que había perdido tras la guerra desatada por la anterior dirección contra la presidenta de Madrid, Isabel Díaz Ayuso. Era un trámite obligado porque ningún barco progresa cuando la tripulación asiste perpleja al suicidio político de su capitán. Núñez Feijóo llega a Madrid sin hipotecas y ha sabido rodearse de un equipo que traslada una imagen de equilibrio y solvencia. De madurez política. Aspecto este imprescindible para encarar la tarea que ahora le aguarda.

Como partido que ha gobernado España y puede volver a tener que asumir esa responsabilidad, de sus nuevos dirigentes se espera que primen los intereses de los ciudadanos construyendo una alternativa política y económica al sanchismo sin olvidar que hay asuntos que por su trascendencia emplazan a un diálogo con quien está en el Gobierno. Uno de ellos será la renovación del CGPJ, dejando claro que la separación de poderes es piedra angular del sistema. La experiencia de Feijóo en política y su trayectoria induce a pensar que a Pedro Sánchez no le resultará tan fácil ningunearle como hizo con Pablo Casado.

Aún así deberá tomar distancia porque dada la crisis por la que atravesamos –inflación al 9,8%, déficit 6,7% del PIB deuda en un 118,7 % y tres millones de parados– es muy grande la tentación de abrirse a negociar una tregua. Incluso necesario abrirse a plantear algo parecido a la reedición de los Pactos de La Moncloa. Pero a sabiendas de con quién se pacta. Sabiendo lo que vale y dura la palabra de Sánchez. Baste recordar el compromiso que contrajo en La Palma para bajar los impuestos y, desde entonces, si te he visto no me acuerdo. A Núñez Feijóo le aguarda una camino lleno de dificultades. Pero con él se ha hecho visible una expectativa real de cambio.