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Las cosas inconsistentes duran poco. Cuando el oportunismo, la demagogia y los acuerdos contra natura son la base de tu éxito, el fracaso no tardará en aparecer. Sánchez es un personaje narcisista, listo sin llegar a inteligente y ambicioso. Se casó con aliados que desdicen la lógica de una parte de su propio electorado. Ha hecho una política de emperador sin serlo. Sólo aspira a gobernar. Pero, como intuye con sagacidad, la inmediatez, viendo que Andalucía será el preámbulo de su derrota, ya ha dejado de pensar en España, si es que alguna vez lo hizo.

Ahora mueve su estrategia con un servilismo a Europa. Cuando pierda las elecciones ya sabe dónde quiere ir. Anhela presidir el Consejo de UE. Somos el país con más paro de Europa. Vamos líderes destacados en deuda pública. No tenemos política exterior. Hemos pasado a recibir a un líder saharaui, por demanda de Argel, a pactar con Marruecos y destrozar el sueño del Sáhara libre. Tiene el Gobierno más extenso posible, incrementando gasto, para que minorías decidan sobre las mayorías ametrallando los valores de la democracia.

No ama estas islas, entre otras cosas, porque aquí Armengol, de su mismo partido, lo conoce y no hay química, lo cual dice mucho de ella. Tiene la sanidad en derribo, antes la aplaudió con hipocresía. Ha destrozado la educación con la patética ‘ley Celaá'. Ha dinamitado la Transición y enfrentado de nuevo las dos Españas. Aspira a ser Mario Draghi. Comparen como este ha levantado Italia y como Sánchez está destrozando España. Aquel es un hombre de Estado y Sánchez es un trepa.