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Alguien dijo que no se podía dar lo que no se tenía porque no se puede ofrecer lo que no se ha vivido. Esa tarde los pies me llevaron hasta el Templo de Debod en mi ciudad favorita, junto a París, Madrid. Las piedras milenarias de tiempos inmemoriales me recordaron que siempre tenemos las miras puestas en el futuro, sin embargo, nuestra alma está hecha de pedacitos del ayer porque incluso el hoy, mañana es ya pasado. Madrid es una ciudad vibrante donde venir a cargar energía, puedes mezclarte con la vorágine de la Gran Vía donde regimientos de personas andan con premura en el más absoluto anonimato. Puedes perderte por sus múltiples barrios y rincones secretos que se convierten en tuyos, o bien detener el tiempo en el pulmón verde que es el parque del Retiro. Sí, lo tiene todo, menos el mar, entonces pensé que lo que a uno le hace feliz a otro le sume en la tristeza, que al final, es lo que creas y lo que albergas en tu interior lo que te rescata.

El mundo está hecho por soñadores por ello se dice que vemos lo que llevamos en el corazón porque todo nos transmite un mensaje pero solo unas pocas almas autorizadas pueden ver aunque el escaparate de ensueño esté creado para todos. Se vive de recursos y en ocasiones, esos recursos nos apartan de la dura realidad existente. Grandes escritores, pintores, modistos y artistas en general parten de la base de un mundo paralelo al real para poder ofrecer, mediante su imaginación, recursos que puedan aportar felicidad a los que únicamente se conforman observando y escuchando. Las almas creativas siempre dispondrán de recursos y podrán enfrentar cualquier situación que se les presente en la vida. Me gusta la gente comedida, pero más me gusta la gente valiente y decidida, la que se atreve, enfrenta, sopesa, la que escucha pero no cree.

La que descubre y crea su propia realidad, la que hace lo que le gusta y viste como quiere. A ello lo llamo yo libertad y no a estar guiado por los demás. Uno tiene que buscar lo que realmente le gusta desoyendo al resto. Hubo un tiempo en el cual me aterraba volar y hoy me parece un privilegio despegar y observar la vida desde tanta altura, todo se ve insignificante desde arriba. Al igual que en la vida, cuando te posicionas en un escenario superior, eres consciente de la miseria humana existente, y das valor a la calidad en pro de la cantidad porque todo lo que te rodee debe ser excelso y auténtico. Tal vez Madrid me colma de recursos, al igual que las cosas bellas seguirán siéndolo a pesar de la altura. El resto quedará difuminado en la nada.