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Camino de cumplirse la octava del triunfo del Real Madrid en su eliminatoria contra el Manchester City, celebrada con el solemne entusiasmo que este tipo de hazañas exige, se ha hablado mucho de la suerte del club, especialmente por parte de quienes poco le estiman. Y en cierto sentido hay que admitirlo, el Real Madrid actual tiene mucha suerte, y consiste sobre todo en que sus proezas están teniendo como escenarios los siglos XX y XXI. Porque unos cientos de años atrás, directivos, jugadores, técnicos, y aficionados del club, estarían la mayoría de ellos padeciendo tortura en el potro, o camino de las hogueras que cuidadosamente habría dispuesto para ellos la Inquisición. En el entorno merengue, incluyendo en el mismo a unos medios deportivos que en prensa, radio y televisión absolutamente acaramelados, se han llegado a pronunciar tantos y tales blasfemos elogios, que a buen seguro un Tribunal del santo Oficio, en forma, habría tomado cartas en el asunto. ¡Madre Santísima, lo que ha llegado uno a escuchar y leer.

Incluso gente como el gongorino Valdano, habitualmente más comedido, dentro de su madridismo, soltó aquello de, «sólo le falta latir al Bernabéu». Butragueño, siempre tan compuesto, como una promesa de la UCD, ha hablado del espíritu, de un Bernabéu en el que al final sucede algo. Y qué decir del más disculpable, tanto por su juventud como por esa berza mística que suelen tener los deportistas brasileños, hablo de Rodrygo: «Dios me miró y me dijo, hoy es tu día». Da hasta como miedo. Pero, finalizando, ni embrujos, ni sortilegios, ni prodigios. La suerte del Madrid consiste en existir en estos tiempos. De lo contrario...