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La verdad es que bajo este sol abrasador que asa el trasero a las liebres (con perdón por el calco de esta expresión mallorquina) pocas cosas sientan mejor que un chapuzón fresquito en una piscina o en una de nuestras playas. De todas maneras, para darse un chapuzón refrescante hay que levantarse pronto y zambullirse durante las primeras horas de la mañana, porque el agua va calentándose por momentos y después, ya sobre las cinco de la tarde, por lo menos en las playas, el agua está calentita, y parece un caldo recuperador de esos que tanto apetecen en invierno y que tan poco apetecen en verano. Sea como fuere, estamos ya en plena estación estival para el deleite de los que la aman y para el sufrimiento de quienes la odian (que también los hay). Ahora que los días son largos apetece hacer cosas durante el día pero también a últimas horas de la tarde, incluso por la noche. Los paseos junto al mar para mí son una maravilla. Quizá la pena de estos tiempos (que no es absoluta, porque también tiene sus cosas buenas) es la masificación. Recuerdo que, tristemente, la pandemia nos trajo cosas terribles: un virus letal para una parte de la población, la desestabilización de la economía mundial, etc. Pero también hubo cosas positivas, dentro de la desgracia. Qué bonito era poder disfrutar de nuestra Isla sin verla masificada de gente. El turismo es nuestro motor económico. ¿Quién se atreve a dudarlo? Mueve la economía de nuestras Islas y da pan y cobijo a miles y miles de personas. Pero las cosas no son o totalmente buenas o totalmente malas. El turismo descontrolado, desbocado como una caballo salvaje, ese turismo depredador que sigue dando pan y cobijo (por fortuna) a miles de personas, que solo está atento al símbolo universal del dinero inmediato, también nos ha traído consecuencias nefastas, como la masificación humana, la construcción excesiva, la proliferación de residuos descontrolados, y la ausencia de conciencia humana hacia el medio ambiente. ¿Que si el turismo es bueno? Por supuesto que sí. Sin ninguna duda. ¿Que deberíamos haberlo gestionado de otro modo? A mi humilde modo de entender también digo sí con voz firme. ¿Y ustedes, amables lectores, qué opinan?