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La crisis política del Consell de Mallorca, con visos de abismal según sus protagonistas, a cuenta del apoyo financiero al R.C.D. Mallorca ha pasado por encima de la última ocurrencia del responsable de carreteras de la institución insular, Iván Sevillano: un nuevo plan director de carreteras que suprime hasta 26 proyectos –variantes, desdoblamientos y el final del segundo cinturón de Palma– contemplados en el planeamiento actual. En ningún caso se trata de caprichos municipales, sino de la necesidad de eliminar obstáculos.

A diferencia de los consells de Menorca y Eivissa, percibidos como los gobiernos insulares de esas islas, el de Mallorca es quizá el más grandioso ejemplo de gasto público innecesario. Su configuración actual es el resultado de los tiempos en los que Unió Mallorquina dictaba su ley. Aun y sus amplias competencias, que no han supuesto por otra parte una reducción de la burocracia del Govern, no ha conseguido superar la barrera del desconocimiento. Los titulares de los departamentos insulares, a imagen de la estructura del Govern, son los grandes ignorados de la política, salvo el citado Sevillano, dispuesto a hacerse notar con sus iniciativas sobre carreteras y el modelo que pretende instaurar, «más verde, resiliente y (que) preservará el paisaje», o, visto de otra manera, una máquina de hacer votos para el PP.

De aceptar las reacciones de los partidos de la oposición y de los ecologistas radicales el propósito del Consell no irá más allá de su anuncio. No se lo creen. Para Terraferida es un «anuncio infantil de que ahora se portarán bien y no lo volverán a hacer». El trasfondo, la dura oposición de la izquierda a la carretera Llucmajor – Campos, que ha mejorado sustancialmente la circulación en ese tramo y, sobre todo, ha evitado muchas muertes en la carretera. Un trauma de conciencia que no han conseguido superar. Es evidente que el elevado índice de vehículos por habitante de Mallorca, y las carencias de su red viaria, provoca continuos atascos, y no solo por los coches de alquiler. Es un problema real frente al que los criterios ideológicos no aportan absolutamente nada. Iván Sevillano es de Podemos, y su partido y Més y, a remolque el PSOE, no pierden ocasión de mostrar su hostilidad al automóvil; su apuesta es la bicicleta, el patinete y la senda peatonal. Y cuando tienen ocasión de exhibir las virtudes del transporte público, la incompetencia les supera: la fiesta del Much de Sineu ha provocado aglomeraciones e incomodidades por falta de refuerzo del servicio de tren. El conseller correspondiente del Govern, Josep Marí, debía ser el único ciudadano que desconocía la celebración, al defenderse con el argumento de que ni la organización ni el ayuntamiento habían solicitado un mayor número de trenes, extremo desmentido por el alcalde de Sineu.

El conseller Sevillano es el mismo de la chapuza de los muretes prefabricados en la carretera de Sóller, en plena Serra de Tramuntana; el hormigonado de una paret seca de dos siglos en Pollença; o la ingeniosidad del carril para Vehículos de Alta Ocupación, el carril izquierdo del acceso a Palma desde el aeropuerto, que se quedó en nada. Puede ahorrarse el millón de euros, casi, de la redacción de su plan de carreteras y que también se quede en nada.