El verano me ha robado mi niñez. El fuego ha arrasado mis recuerdos felices dejando yerma mi infancia y rebosante de tristeza y rabia mi pensamiento. Escribo esta columna con los ojos empañados, pensando en todo lo perdido y en esos vecinos que habrían apagado las llamas si hubieran bastado sus lágrimas. Maldiciendo que se ignore la prevención y se rinda culto al improductivo lamento. Los últimos incendios de nuestro país, donde este año se han quemado ya 285.000 hectáreas, han asolado unos entrañables pueblos de Castellón, entre ellos el de mi abuelo, donde yo pasaba mis estíos entre árboles y ríos, jugando hasta altas horas en sus tranquilas callejuelas empedradas o bailando en las verbenas de verano cuando los acogidos al éxodo rural volvían como hijos pródigos de visita. Allí, en Torás, y en otros pueblitos cercanos como Bejís y Teresa, topónimos que engrosan esa España interior vaciada, el sosiego vital lograba el milagro de dilatar el tiempo y las costumbres reforzaban el respeto a la naturaleza y los orígenes.
Mi infancia quemada
Palma26/08/22 3:59
También en Opinión
- Localizan a dos menores desaparecidos en Esporles
- Palma encenderá sus luces de Navidad con una fiesta futurista: Consulta los horarios y las ubicaciones
- Respiro para los embalses de la Serra tras las lluvias de la pasada semana
- «La gente prefiere vivir a trabajar»
- Los Bomberos de Mallorca se movilizan para buscar a un niño perdido en la zona de Alcúdia
Sin comentarios
Para comentar es necesario estar registrado en Ultima Hora
De momento no hay comentarios.