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La intelectualidad ha renunciado a las definiciones. Ningún experto ni puede ni se atreve con ellas. Por eso asistimos al boom literario de las metáforas. Nada se define y, a cambio, todo se compara a otra cosa. También yo me dispongo a entrar en este juego. Me parece que tres son las metáforas que podrían dar fe de la situación actual de nuestro país: el yogur anímico, el mantra cultural y el tiro pichón político. Anímicamente, somos sociedad yogur; todavía algo nos constituye, pero ya nada que sea sólido, estable; nuestro suelo mental fluctúa, se licúa, se desliza constantemente; lo que mola son las ocurrencias.

Culturalmente, somos puro mantra, repetición; no inventamos, reciclamos; no es tiempo de tesis, sino de eslóganes; no es tiempo de vencer con argumentos, sino de ganar por estrategias. Políticamente, somos juego de tiro pichón: a cada lado del arco parlamentario hay una zanja en la que se meten, por partidos, las señorías, y desde su zanja disparan contra la otra parte; ave que se dispone a volar, ave que se pretende derribar; nada se defiende, todo se ataca.

¿Cabe todavía alguna esperanza? Cabe esperar que el yogur siga derritiéndose en su vacuidad. Que, por la fuerza de su inercia, los mantras sigan mareando perdices. Que los del hemiciclo extiendan sus descalificaciones a los de la propia bancalada. ¡Tela marinera!