Resulta extraño que habiendo comenzado la liga de fútbol se pudieran realizar fichajes hasta el 1 de septiembre. No digo que esté mal, pero por qué esa fecha y no la de un día antes del inicio del campeonato que sería más lógica. Se puede dar la circunstancia que un jugador milite en dos equipos del mismo país durante la misma temporada como le ocurrió a Griezmann el año pasado. Sin embargo, no deja de ser atractivo y entretenido a más no poder estar al tanto del carrusel de fichajes del último día donde las lagartijas de verano salen correteando a toda pastilla y por todos lados. Sobre todo en el Barça que ha lanzado la casa por la ventana mediante una serie de palancas económicas que hasta este mismo verano desconocía su nombre.
El club azulgrana anunció in extremis los fichajes de dos laterales: Marcos Alonso y Héctor Bellerín y el traspaso de Aubameyang al Chelsea. Sospecho que el gabonés, que tan buen rendimiento dio a los azulgranas la temporada pasada y que ha sido eclipsado por Lewandowsky en la presente, quería salir como fuera del club tras el episodio de violencia que él y su familia vivieron en sus propias carnes la madrugada del domingo cuando unos desalmados irrumpieron en su casa para robarles fracturándole la mandíbula de un duro golpe. Durante la jornada se especuló con la posibilidad de un fichaje bomba que haría vibrar los cimientos del Camp Nou.
Entre los aficionados saltaron a la palestra diversos nombres de prestigio, las redes sociales no dejaban de hacer humo. ¿Mohamed Salah? ¿Bernardo Silva? ¿Álvaro Morata? Llegó la medianoche y no hubo fichaje bomba cuyo episodio a lo largo de la tarde resume lo que es una verdadera lagartija de verano.
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