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Miles de trabajadores mayores se están acogiendo a la jubilación anticipada en cuanto la Administración les da el visto bueno por temor a que si permanecen en sus empleos unos cuantos años más pierdan derechos y dinero en su pensión. Hay miedo a los recortes y no es raro, pues día sí y día también nos atosigan con noticias confusas sobre una reforma que no se sabe hacia dónde va. Ahora el Banco de España dice que ha calculado que si el cómputo de la vida laboral se amplía a 35 años –ahora son 25–, las pensiones se reducirían en un ocho por ciento. Es decir, andan mirando con lupa los datos para ver cómo adelgazar la inmensa factura que suponen al erario público las jubilaciones. Sin embargo, yo creo que hablan por hablar y que lo único que pretenden es quizá meternos miedo y que salgamos corriendo hacia las eternas vacaciones en cuanto podamos. Eso también recorta la cuantía final de la pensión. Porque la tan temida reforma de las pensiones ya está hecha y no ha hecho falta tocar las condiciones para la jubilación. Ha bastado con reformar el mercado laboral. Los buenos salarios han pasado a la historia. La estabilidad ha pasado a la historia. Los jóvenes que ahora se adentran en el mundo del trabajo lo hacen con sueldos de miseria y contratos temporales, sin apenas indemnizaciones por despido. Tendrán que cotizar tropecientos años, como todos, pero las cantidades serán mucho menores. A la mayoría le costará alcanzar los más de 38 años de vida laboral que nos exigen para cobrar en la vejez. Con esos mimbres alcanzar una pensión digna será dificilísimo para el grueso de los trabajadores. Esa es la escabechina que ya está hecha. La otra, la de los pensionistas de ahora, ni siquiera es necesaria.