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«La cultura se crea en los pueblos y se destruye en las ciudades»
MIGUEL DELIBES

Finales de septiembre son días para el recuerdo. Han terminado las vacaciones y empiezan las clases. Vienen las lluvias y el frío. El día es corto y la noche demasiado larga. Hoy he querido volver al pasado, recordando aquellos tiempos cuando éramos niños y jugábamos en los montes muy nuestros al escondite, y en las calles, sin miedo a que nada ni nadie entorpeciera nuestro juego. Los que somos de pueblo tenemos un carácter y una forma de actuar muy distinta de los que no han visto otras calles que las de asfalto, y otros montes que los edificios de cemento que tienen frente al suyo. Miguel Delibes, escritor apasionado del mundo rural, escribió: «La cultura se crea en los pueblos y se destruye en las ciudades».

Ninguna filosofía es más profunda que la de aceptar lo que somos. Y yo, soy de pueblo. Hoy, siento nostalgia de tiempos que se fueron y sueño con mi pueblo y que soy un hombre del campo; que me despierto con el canto del gallo cuando el alba ha empezado a rayar; que arranco las malas hierbas del modesto predio; que suenan las campanas que tanto añoro; que celebro la matanza en compañía de familiares que ya murieron hace décadas; que piso las uvas que luego me brindarán un vino un poco agrio; que bailo con las chicas del pueblo en las fiestas del patrón; que vuelvo a casa y me quedo mirando la lumbre de la chimenea hasta que se apaga, pensando si pedirle la mano a la rubia a la que ni siquiera me he atrevido a tocar con mis manos rudas y encallecidas; y que, mirando la lumbre, me quedo dormido, como un bendito de Dios. Hasta que un gato me trepa por las rodillas y me advierte de que es hora de meterme en la cama. Y entonces me despierto. Fuera, en la calle, está lloviendo.