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Cuando el ministro Escrivá propuso por su cuenta que había que recentralizar el sistema fiscal, a la vista de la decisión de J. M. Moreno de suprimir el impuesto de patrimonio, izquierda y derecha se le echaron encima por razones distintas: unos, por la necesidad de agradar a sus socios nacionalistas, y otros, por lo que tenía de invasión de sus competencias. En realidad, de lo que Escrivá se quejaba sin pretenderlo era del guirigay en que se ha convertido España en este largo proceso de cuarenta años en los que, traicionando el espíritu de la Constitución, se le abrieron grietas por donde se fue vaciando el Estado de competencias, incluidas las que le correspondían en exclusividad, que fueron a parar a las CCAA. En aquellas donde gobernaban los nacionalismos, lo aprovecharon para crear estructuras de Estado, condicionar la gobernabilidad de la nación y avanzar en su desmantelamiento hasta hacerla invisible en su predio. Este proceso, sorprendentemente, se produce en el seno de uno de los países más descentralizados del mundo.

Sería necesario replantearnos si este modelo de Estado que se ha creado a lo largo de estos cuarenta últimos años, cediendo a los intereses de los nacionalismos por la necesidad de su apoyo para que pudieran gobernar tanto el PP como el PSOE, es viable. El dislate creado con la cesión de competencias exclusivas del Estado lo hace difícilmente gobernable y económicamente insostenible. El billón y medio de deuda, y creciendo, acredita esta última afirmación. Las disfunciones que se han producido en educación, seguridad, fiscalidad, sanidad, unidad de mercado, política lingüística en determinadas CCAA y, sobre todo, la desigualdad en derechos de los españoles por los agravios que se han fomentado, confirma la primera.

Las boberías solemnes de Zapatero y la ambición desmedida y el egoísmo de Sánchez, sometido al comunismo y al separatismo con tal de conservar su colchón de La Moncloa, han abierto el camino al precipicio. Le será difícil a la derecha si llega a gobernar frenar esta carrera. Estamos muy cerca del punto de no retorno. Si Sánchez consiguiera mantenerse en La Moncloa lo que nos espera, en el mejor de los casos, es el camino hacia la confederación.