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Estaría bien que políticos y dirigentes se plantearan por qué en Francia, Suecia e Italia, la ultraderecha crece de forma contundente. Los falsos intelectuales y el populismo de Podemos, al que se ha sumado de forma incomprensible el PSOE, se escudan en la distopía cacareada por el Gobierno social comunista. El análisis es evidente y fácil. Examinen los hechos ocurridos con motivo de la fiesta de la Mercè en Barcelona. Apuñalamientos, un fallecido, la turba antisistema y okupa destrozando mobiliario y saqueando comercios, sin otro motivo que la destrucción y el caos. A Colau solo se le ocurre decir que «no ha sido tan desastroso como el año pasado». La delincuencia, inmigración ilegal, y el declive de la clase media por el abuso impositivo de las izquierdas, hace proclive el cambio de paradigma. La gente está dispuesta a perder libertad a cambio de seguridad y orden. Hay que reflexionar y realizar una autocrítica. A quién votará el comerciante catalán al que el otro día le saquearon la charcutería, no por hambre, sino por el puro placer de sembrar el caos. O a los que pagan impuestos, mientras ven como hay colectivos que viven de subsidios, con todos los derechos y ningún deber. Si Vox, finalmente no se pega un tiro en el pie, apartando a don Fulgencio, en Palma obtendrán un resultado histórico. Si ello ocurre, después no se rasguen las vestiduras. Analicen la gestión del Consistorio actual. Qué quieren que voten los que contemplan atónitos, como un okupa vive a todo tren, mientras los propietarios no pueden ni piar. Saquen conclusiones.