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Hay personas que viven en un mundo irreal. A veces es engorroso, pero se puede sobrellevar. Si los sujetos del mundo paralelo son políticos, ahí ya tenemos un problema. Y más si ocupan un cargo y tienen responsabilidad de gobierno. Es lo que nos pasa con las paranoias de Irene Montero, a quien ahora la okupación de viviendas le parece una invención de la derecha. La mayor ofensa no es que le eche el muerto a la oposición ideológica, sino que se pase por el forro el sufrimiento de miles de propietarios, unos 70.000, a los que la ley desprotege y a quien la ministra responsabiliza del cumplimiento del derecho constitucional a una vivienda digna. Qué bonito es eludir las obligaciones y ser generoso con los bienes de otro. Esta mujer se ha equivocado de comunismo.

A Margalida, de 80 y pico años, no le pareció un espejismo ver la casa de su hermano fallecido, mi vecino, con usurpadores viviendo a cuerpo de rey. Un delito legalizado que la anciana tuvo que soportar abonando las facturas de electricidad y agua para que los asaltantes no la denunciaran por coacciones, mientras desde la ventana los pobres desposeídos insultaban a la policía local, sabiendo que sólo un juez podía echarlos. Y la justicia es lenta, cara y quién sabe si justa.

Ahora el PSOE acepta modificar la ley para que los desalojos se produzcan en un plazo máximo de 48 horas, lo mismo que tumbó en 2021 al votar en contra de una iniciativa del PP. En vez de ver un cambio de chaqueta de cara a las elecciones, celebremos que la sensatez aflore. Pero hay letra pequeña en la propuesta socialista, porque la reforma se refiere sólo a los casos de allanamiento de morada, excluyendo a los inquilinos que dejan de pagar y a los vulnerables –parados o con cargas familiares.

A mí me parece fantástico que toda persona tenga un hogar y que se destinen mis impuestos a viviendas sociales, porque la responsabilidad es de la Administración, no del propietario que ha pagado con su sudor la compra de su casa, asumiendo religiosamente una hipoteca, que Dios quiera no tenga ahora a interés variable. Ojo que los bancos no serán tan solidarios con los deudores. Lo mismo pido para el que ha tenido la suerte o la desgracia de heredar un inmueble, porque la ley de sucesiones ya le habrá acogotado. Y a ninguno se le perdonará el IBI. No sé qué pasará con las segundas viviendas, hasta ahora abocadas a una pesadilla, porque la burla denominada usurpación de la propiedad derivaba a la vía civil.

Me encantaría ver a okupas instalados en el chaletorro de Galapagar, ese que vigilaban guardias civiles primero y policías nacionales después, miembros de las fuerzas de seguridad del Estado que Pablo Iglesias tanto detesta. Porque una cosa es la incongruencia, que puede ser involuntaria, pero otra la hipocresía, en la que hay plena consciencia. Que nadie vea esto como una incitación al escrache u okupación de la casa de Montero. Es simplemente un sueño. Tan irreal como el Matrix en el que vive la ministra.