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La ruptura del pacto en Cataluña, con la salida de Junts del Govern, da el pistoletazo de salida en la carrera por demostrar quien mantiene el banderín de la insumisión con el Estado español y quienes son los traidores a la causa de la independencia. Pese a que la primera lectura diagnosticó que el cisma catalán iba a beneficiar a Pedro Sánchez, no va a ser a corto plazo. Le necesidad de Pere Aragonès, de contar con el PSC y los Comunes para restaurar su golpeado Ejecutivo y para intentar sacar adelante los presupuestos, obliga a su formación y a él mismo a demostrar cada día su fidelidad al ‘procés'. Prueba de ello es su ‘interesada' indiscreción, relatando el pacto con Sanchez para que Moncloa no impugnara la ley del catalán ante el Tribunal Constitucional y así mantener vivo el veto a la aplicación de imponer el 25 % de la enseñanza del castellano en las aulas de Cataluña. Pese a que Bolaños ha intentado explicarlo, el escándalo ha movilizado a la oposición, empezando por el PP de Feijóo, quien ha dicho: «Los derechos lingüísticos de los niños catalanes están por encima de su obsesión por resistir en La Moncloa». Ya en el Congreso, el portavoz de ERC, Gabriel Rufián, también ha querido dejar claro que son amigos pero no tanto. También el líder excarcelado, Oriol Junqueras, no quiere saber nada de pactos con el PSC para salvar el Govern. Y, junto con Forcadell, Romeva y Bassa, asegura tener una estrategia clara para lograr la independencia. Síntoma evidente de que han entrado en la campaña por demostrar quien es más fiel a la insumisión y señalar a los traidores, es la frase de que no les convencerán «los que optan por ser menos y más débiles». En clara alusión a Junts y al PDeCAT. Pero constatación de que, al margen de estos juegos de artificios la necesidad hace virtud, es que Aragonés y Salvador Illa tienen ya convocada su reunión para intentar pactar las cuentas de la Generalitat; lo que llevará consigo un posible acuerdo para el apoyo de ERC a los Presupuestos del Estado.