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Con motivo de la fiesta nacional del 12 de octubre, el diario El Mundo ha publicado una encuesta con datos muy significativos. En ella el 18,6 por ciento de los consultados se sentía poco o nada español, subiendo esa cifra al 41,8 ciento de los votantes de Unidas Podemos.

Es demasiado alto el grado de desafección, aunque no tenemos datos homogéneos para comparar con otros países que nos consta que tienen más sentido de orgullo de su nacionalidad respectiva. Aquí, todo hay que decirlo, se sienten más orgullosos de su pertenencia al país nuestros paisanos que han nacido en Hispanoamérica que lo propios nativos.

Hay otras respuestas curiosas al sondeo de marras. Por ejemplo, ante la escasa presencia de símbolos nacionales en la vida pública, a un 64,5 por ciento le parecen suficientes y aún demasiados. Y no digamos nada de la reacción ante un ataque a nuestro país: un 50,8 por ciento no lo defendería.
Más allá de su cuantificación demoscópica, es un hecho sabido y repetido la poca adhesión del ciudadano español a los valores que conforman su patria. Tan consciente de ello es éste, que un 60,7 por ciento cree que España está mejor valorada fuera del propio país, que por sus compatriotas. Y en eso apenas si hay distingos: lo creen igual los nacidos dentro de nuestras fronteras que los originarios de fuera de ellas.

Como en todo, habrá quien crea que éstas son cifras de suficiente patriotismo. Puede que sí, pero que de todas nuestras tradiciones sea la gastronomía con la que la gente se muestra más identificada demuestra la frivolidad de nuestros valores y un concepto al menos curioso del patriotismo.