Sucedió hace cincuenta y tres años. O, más bien, no sucedió. Estuvo, eso sí, a punto de hacerlo. Dos días antes, el 14 de noviembre, el Santos había ganado al Botafogo en Maracaná por tres a cero y Pelé había marcado uno de los goles. Era el que hacía 999 de su particular recuento. Todo el mundo esperaba que tal día como hoy de 1969, ante el Bahía, en la propia ciudad de Salvador y ante 40.000 personas, conseguiría el número 1.000.
Por eso, cuando en la única gran ocasión que tuvo encaró en solitario al portero rival, Jurandir, lo regateó y disparó a puerta vacía, hasta los propios aficionados del Bahía abuchearon al defensa Nildo al ver que sobre la misma línea de gol evitaba el tanto y con ello les privaba de la posibilidad de presumir, en el futuro, de que ellos habían estado allí. Uno de los que más lo lamentaron, aunque no estaba allí, fue el argentino Edgardo Andrada. El Vasco da Gama era el siguiente equipo al que debía enfrentarse el Santos en el campeonato brasileño y él jugaba de portero.
El partido se jugó tres días después. Andrada, llegado el momento, no tuvo ningún Nildo que le cubriera las espaldas y volver a evitar que sucediera. Cuando el árbitro señaló aquel penalti, allí, frente a frente, se quedaron solos Pelé y él. Andrada, muy a su pesar, pasó a la historia como el portero al que Pelé marcó su gol número mil. Murió hace tres años, a los ochenta, y lo hizo sin dejar de aprovechar ni un solo día la ocasión, él tampoco, de contarle a todo aquel que quisiera escucharle que llegó a tocar la pelota.
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