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El caso de la niña asiática de Palma apaleada por su familia, esclavizada y obligada a casarse con un hombre mayor estremece por muchos motivos. Uno de ellos es que los dos hermanos de la víctima, de solo 9 y 10 años, viendo las monstruosidades que cometía el cabeza de familia, llegaron a normalizarlas. Y copiarlas. El progenitor se amparaba en el valor de las tradiciones para educar a la niña de forma atroz, casi medieval. Si el Mundial de fútbol se celebra en un país como Qatar, tan habituado a esclavizar a la mujer, ¿quién convence a este señor de que no es un salvaje?