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Una de las primeras leyes que se aprobaron cuando Armengol y sus socios comenzaron a gobernar en 2015 fue la derogación de la ley de símbolos aprobada por el Govern de Bauzá. El objetivo era anular una ley que prohibía el uso de símbolos no oficiales en los edificios públicos. Para hablar claro, Bauzá prohibía la utilización de banderas independentistas catalanas en los colegios, muy utilizadas durante las protestas del TIL.

Pues bien, aquel día histórico acabó con el baile de la conga por parte de los dirigentes de izquierdas celebrando la vuelta de la libertad de expresión a los colegios de Balears tras varios años de represión. Recordemos que en aquel debate se llegó a decir que era «un día de celebración y un hito en favor de la libertad de expresión y en defensa de la lengua, la cultura y la educación de las Islas y en contra de las políticas del Govern presidido por Bauzá». Aquella ley de símbolos era «miserable», dijeron, porque «durante dos años se había violado la libertad de expresión en los colegios». Los más moderados dijeron que «hay que congratularse por derogar una ley que no tiene ningún sentido». Seguramente se trata de la opinión más ecuánime porque los colegios nunca tendrían que haber sido noticia por banderas no oficiales.

Yo pensaba que habíamos recuperado la libertad de expresión en los colegios pero lo que no habían dicho los que promovieron la derogación de la fascista ley de símbolos es que ahora hay que pedir permiso para colgar una bandera española, no por motivos políticos, sino por apoyar a la selección de fútbol.

Al margen de los nauseabundos comentarios vertidos en las redes sociales por unos y otros, lo más sorprendente es que la presidenta del Govern, la presidenta de todos los que, como ella, defendemos la libertad de expresión, solo se ha posicionado a favor de una parte y ha llamado fascistas a los que osan criticar que no pueda utilizarse libremente una bandera española en un colegio. No hacía falta apoyar a los padres, pero ¿y los menores protagonistas de esta historia? ¿No merecen un poco de apoyo los alumnos que se han visto envueltos en esta triste historia simplemente por apoyar a la selección española de fútbol? ¿Qué le pasa a Armengol y a sus socios que no se posicionan nunca a favor de los menores, como ya hemos visto con el tema de las niñas tuteladas obligadas a prostituirse? ¿Hubiese reaccionado igual la presidenta si un profesor de castellano hubiera llamado trapo a una bandera independentista en un colegio público de Balears?

Pues habrá que pensar que la derogación de la ley de símbolos ha sido útil para exponer banderas no oficiales en los colegios, pero por lo demás seguimos igual. Lo realmente insólito es que haya que pedir permiso para exponer una bandera española. Si llega a ser de Ucrania o del Sáhara, no hubiese habido tantos problemas. Ni tanto lío.