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Cort se hace con el Lluís Sitjar para convertir los terrenos en zonas verdes. Todavía recuerdo aquellas retransmisiones del mítico programa Radiogaceta de los Deportes cuando conectaba con el Lluís Sitjar con aquel directo que hacía una rueda por todos los estadios que jugaban las tardes de los domingos. Eran las voces de los periodistas deportivos, la prolongación incontrolada de las letras mágicas del fútbol. ¡Gooool! Las celebraciones que acompañaban a las victorias y las casi siempre injustas derrotas. Todos son recuerdos. Recuerdos que forman parte de nuestra historia, de nuestra tradición, de nuestra identidad y de algunos, de su personalidad. Recuerdo que mi abuelo, con el transistor de bolsillo en la mano, giraba la rueda para subir el volumen cada vez que Juan Manuel Gozalo decía: «Estadio Lluís Sitjar: ¡Tiempo y resultado!»

El Sitjar forma parte de la historia reciente de Palma. Ahora solo falta que Cort haga que siga siendo un lugar de encuentro, de deporte, de libertad, de espacio público. Que los planes de futuro para ese jardín de Palma se definan pensando lo que un día fue. Los proyectos de Modelo de Ciudad no tendrán éxito si olvidamos en dónde estaba el punto de penalti, el centro del campo o la portería rival. Que no nos confundan cuando nos dicen que quieren hacer una ciudad amable con sus gentes. Lo que tienen que conseguir es que las gentes sean amables con su ciudad y eso solo se logra cuando una historia, una tradición y una identidad no se obliga a olvidar, haciendo que no quede ni rastro de lo que un día fue el centro de atención de miles de personas.

La reforma del Son Moix no puede hacernos olvidar a quien un día le precedió en los aplausos. Ni que un nieto no pueda localizar el lugar aproximado en donde su abuelo, cincuenta años antes, metió un gol que dio la victoria al club local.