Madame Bovary
Tras su separación se observan unas imágenes de Vargas Llosa leyendo a Madame Bovary, cómodamente sentado en su balancín, envuelto en una atmósfera familiar y uno tiene la sensación de que así debería sentirse de a gusto un ancianito de 87 años. ¿Para qué estar ocupando portadas de revistas de cotilleos cuando Madame Bovary te aguarda frente a la chimenea? Un literato como él ha leído miles de libros, ha escrito infinidad de letras, ha seducido con sus palabras a millones de lectores pero sufre como todos las torpezas de una relación siempre rodeada de fotógrafos y reporteros que seguramente desconocían los entresijos de su extensa obra. Las preguntas banales, odiosamente repetitivas, que tratan de descubrir únicamente la brújula de una pareja, tan distinta y tan idéntica a la vez, no son las habituales para un premio Nobel pero, claro, nadie le obligó a meterse en esa relación que ha durado ocho años.
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