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Cuando vamos al teatro y vemos una obra, normalmente desconocemos el arduo trabajo de ensayos que han sido necesarios para que la veamos tal y como la vemos. Son horas sacadas muchas veces de donde no las hay, horas de sacrificio, de total entrega, horas imprescindibles para construir esa obra, por sencilla o compleja que sea. Y es ahí, en los ensayos, donde habita la creatividad porque es ahí donde actores, actrices, músicos o bailarines buscan sus límites, superar su miedo al fracaso, donde se enfrentan a sí mismos abandonando su zona de confort para adentrarse en territorios desconocidos que encierran todos los misterios y más de un peligro. Es ahí donde, surgidas de seguir nuestros impulsos, aparecen todas esas cosas, esos detalles, pequeños o inmensos, que nos ayudan a crear nuestros personajes, a darles vida, a dejar que entren en nosotros para que les prestemos nuestra voz y nuestro cuerpo. Al escenario solo pueden subir los personajes, los actores deben quedarse en la sala de ensayos o en el camerino. Un actor en un escenario lo único que puede hacer es cargarse la obra, porque piensa, los actores piensan, pero son los personajes los que viven, y el teatro es algo vivo, maravillosa y terriblemente vivo.

Es en los ensayos, normalmente ni siquiera retribuidos, donde de verdad aprendemos, donde crecemos, donde, a veces, alcanzamos a intuir lo que verdaderamente significa el teatro. Son horas de sudor, esfuerzo y repetición, de arriesgar, de proponer, de decidir, de dejar de ser nosotros para que los personajes puedan vivir y volar. Sabemos que no seremos nosotros, los actores, quienes compartamos esos momentos de la magia más absoluta que solo, y a veces, se produce en el teatro. Serán nuestros personajes quienes lo hagan, quienes lleguen a lo más hondo del espectador, porque el teatro no pasa en el escenario, sino en la mente de cada espectador. Serán esos personajes quienes reciban los aplausos, nosotros, los actores, esperaremos en el camerino a que ellos bajen del escenario. Los personajes mueren al bajar del escenario, dejan de existir, pero siguen viviendo en todo lo que nos han enseñado en las salas de ensayo, en todo lo que hemos sudado, llorado o reído con ellos cuando les abríamos el corazón para que nos habitaran.

Son muchas las cosas que nos regala cada personaje, muchos los límites que nos han ayudado a cruzar, las manos que nos han tendido cuando nos sentíamos más perdidos. Y los ensayos son ese espacio sagrado donde los encontramos, donde nos encuentran.