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Todavía quedan algunos individuos –hombres y mujeres– que cuestionan la pervivencia del machismo, porque son incapaces de encontrarlo en su entorno. Por eso resulta revelador el incidente acaecido en la archiconocida y antaño prestigiosa BBC a raíz de la dimisión de la primera ministra neozelandesa, Jacinda Ardern. La mujer ha sido considerada casi una heroína por su gestión durante cinco años durísimos, pues ha logrado salir airosa de la pandemia –con menos de 2.500 fallecidos–, de la erupción del volcán Wakaahari, que causó 22 víctimas mortales, y del atentado más mortífero de la historia del país, en dos mezquitas de Christchurch, con 51 personas asesinadas.

Sus éxitos son claros, pero su decisión de renunciar a la reelección en febrero porque no tiene «suficiente energía» para seguir al frente del Gobierno ha provocado un aluvión de reacciones. Entre ellas, un artículo que la BBC británica titulaba ¿Las mujeres realmente pueden tenerlo todo? Un sesgo que jamás habrían elegido a la hora de analizar la gestión, la carrera o la renuncia de cualquier político varón.

Las críticas les han hecho rectificar y cambiar el enunciado, pero la idea de fondo sigue ahí y viene a decir: «No lo intentes, eres mujer, no vas a poder con todo; mejor céntrate en tu casa, en tus hijos, en cocinar y atender a tu marido, deja las cosas importantes para los hombres; ¿lo ves? el trabajo te viene grande, no eres más que una mujer, ¿qué pretendías?». Hay quien todavía permanece ciego o miope ante esa corriente de pensamiento –creencias arraigadísimas– que nos repite de forma incansable que la igualdad tiene un alto precio y que, si supiéramos cuál es, ni siquiera intentaríamos acercarnos al estatus en el que, realmente, podamos tenerlo todo.