Los permisos laborales son un reflejo de la desigualdad. Hemos conseguido avanzar para el permiso de maternidad, aunque aún estemos lejos del edén del norte de Europa. Recuerdo cuando hace dos décadas, el permiso de paternidad era de solo tres días. Luego dejaban a la parturienta en casa con la criatura, con los puntos recientes, los dolores y esa lactancia que aún tiene que implantarse. Por casarte te dan quince días. Sin embargo, si fallece un padre, un hermano, un hijo, te dan solo dos días de permiso. Cinco si está en otra comunidad. En esta sociedad que reclama más espacio para los cuidados, la muerte se considera un tema menor.
Los familiares deben afrontar la muerte, la preparación del funeral y toparse con una nueva realidad donde esa persona ya no existe en solo 48 horas. Mientras, las lunas de miel se alargan para que los novios puedan recorrer el mundo. Que sí, es estupendo y necesario. No podemos dar pasos hacia atrás en los derechos de los trabajadores.
¿Qué hacen las familias que afrontan una pérdida? Apretar los dientes e incorporarse al trabajo. El duelo se considera un incidente vital. ¿Algún sindicato se ha movilizado para reclamar más tiempo para esta tesitura? ¿Alguna plataforma ciudadana o algún diputado han reclamado más espacio para el cuidado de las personas que han perdido a un familiar? No me consta. Las familias asumen en silencio, con dolor y premura la muerte. La casa vacía y en silencio, los armarios llenos de ropa que jamás se pondrá su propietario, los trámites burocráticos para dar de baja todo lo necesario. Solo cuarenta y ocho horas. Solo.
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