La Serra de Tramuntana, espina dorsal de Mallorca, fue declarada Patrimonio de la Humanidad y no es para menos porque es uno de los espacios naturales más espectaculares del mundo, por sus montañas, valles y por los farallones y acantilados que envueltos en pinares caen sobre el mar, más los olivos retorcidos verdadera estampa de la belleza que anega Mallorca y que deberíamos cuidar con mucho más esmero. Entre los pueblos pintorescos que salpican esta cadena montañosa, que empieza en Andratx y termina en Formentor –en las antiguas tierras de la familia del poeta Costa i Llobera– descollan por su pintoresquismo tanto Valldemossa como Deià, ambos están muy cuidados desde hace décadas. Valldemossa destaca por su Cartuja y por las famosas cocas de patatas que despachan en la pastelería o Forn Can Molinas. Sus calles empedradas salpicadas de maceteros con geranios son de una gran pulcritud y acendrada estética rústica. Valldemossa es uno de los pueblecitos más literarios y turísticos del mundo, destaca poderosamente en su fachada la torre del palacio del Rey Sancho: lo vivieron y visitaron desde Rubén Darío a Gabriela Mistral, desde Azorín a Unamuno o Jovellanos (a la fuerza), desde los emperadores de Japón a recientemente, este verano, las Infantas y Reyes de España.
Mallorca en su propia estampa
01/02/23 0:29
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