Nos descubrimos haciendo cosas impensables. Basta con entrar en una pastelería de Palma y descubrir que los precios no solo han subido: es que también han encogido las tartas un 40 por ciento. Ni comer pasteles, como nos proponía María Antonieta, se puede ya en esta inflación desatada que nos agarrota. No pasa nada, las pastelerías finas se quedarán para tiempos mejores, hay un horno fantástico en el barrio con precios más ajustados. Curiosamente, una amiga me confesaba hace unos días: «Comemos pescado congelado». Y lo dice alguien que siempre ha hecho de los productos frescos su bandera. Pero ya da por perdida esa guerra con cuatro bocas hambrientas, que la nevera se vacía en un suspiro. Los pasteles no son un bien de primera necesidad y el pescado, pues lo hay congelado y estupendo. En realidad nos entraba la risa floja porque ya habíamos visto en el mercado coliflores a cuatro euros. El kilo.
Contraste
Palma14/02/23 0:29
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