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Isabel Díaz Ayuso y su consejero del ramo desprecian el clamor ciudadano que censura, porque lo sufre, lo que ambos están haciendo con la Sanidad Pública en la Comunidad de Madrid, particularmente con la Atención Primaria, y expresan ese desprecio desacreditando la multitudinaria manifestación del pasado domingo porque, según ellos, obedecía a motivaciones políticas. Pero, ¿Qué idea tiene esa pareja de la política? Naturalmente que la exigencia de una atención sanitaria pronta, digna y de calidad es una exigencia política, del mismo modo que también es política, pero de la peor especie, la de miserabilizar la Sanidad Pública en beneficio del sector privado, al que ha de recurrir quien pueda permitírselo si quiere que le hagan algún caso, o invertir por madrileño en ella menos que cualquier otra Comunidad teniendo más dinero que ninguna. Uno de cada dos euros invertidos en Sanidad por Ayuso y su consejero acaba en ese sector privado que engorda en proporción a lo que el público enflaquece y desmejora.

Todo es política, pero no todos los políticos la honran. Es política esencial la del respeto y aun la admiración institucional hacia quienes nos sanan y a veces nos salvan la vida, para lo cual es indispensable dotarles de los medios adecuados para hacerlo, incluido el principal, el tiempo que pueden destinar a sanarnos. El poco del que en Madrid disponen los médicos de cabecera, apenas cinco minutos mal contados, es tiempo perdido para la salud, para la del médico y para la del paciente.

Isabel Díaz Ayuso y su consejero nombran la política como si de una cosa chunga se tratara. ¿De qué se creen que viven? ¿Qué cargos preeminentes creen que ocupan? ¿Qué suponen que se espera de su política sanitaria? Su feroz sectarismo, casi fanático, parece hacerles olvidar que las personas de derechas que les votan también se ponen malas, y no todas son ricas. ¿Se imaginan, acaso, que dirigen la Beneficencia? Por supuesto que la del domingo fue una manifestación política, y a mucha honra.