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Los alimentos básicos de la humanidad, sin los cuales quizá nos habríamos extinguido como pájaros dodo, son el arroz, el trigo y la patata, todos ellos de una insuperable sosería. La gran virtud del pan nuestro de cada día, y por tanto, capaces de mezclar con cualquier cosa, y adquirir cualquier sabor que se le añada. Es decir, un talento político extraordinario, bien que algo populista. Tanto el arroz como la patata constituyen una auténtica epifanía de la insipidez, razón por la cual son también, y de largo, los mejores alimentos del mundo. No hay nada como la sosería en su justa medida, y lo que vale para los alimentos, vale para el alma, las personas, la escritura, las artes, la inteligencia y, por supuesto, la política. Si realmente fuéramos lo que comemos, todos seríamos como arroz chino o patatas hervidas, y el sabor dependería en cada caso de las circunstancias (los aderezos). Y sin embargo la gente se desvive por los sabores raros (que son el añadido, el adorno), y por aparentar una fuerte personalidad y una identidad bien definida. Digamos por ser solomillos de ternera con salsa Périgueux. Un error tonto, un empeño inútil y fatigoso. Yo guiso las patatas de mil maneras, a cual más exquisita, pero eso sí, para ello es primordial que sean patatas, esa cumbre de lo soso. Una buena frase tiene que tener patata, o arroz si se es chino o valenciano, y que sean patatas bravas o inofensivo puré, ya es algo optativo y secundario. Salvar la patata es esencial, como sabe cualquier irlandés tras la gran hambruna de la patata en 1845, y yo de joven, cuando era perito agrónomo, combatí con denuedo al escarabajo de la patata. Maté millones de sus voraces larvas durante años, es mi orgullo. Mi única contribución al bienestar de la humanidad. Todo por salvar los patatales; la bendita insipidez. Puede que la sabiduría consista en alcanzar el grado exacto de sosería, que lejos de no tener gusto a nada, puede tener el gusto que le dé la gana. Se adapta a cualquier sabor, que hace suyo sin dejar de ser una patata. Una simpleza. No necesitamos líderes de fuerte personalidad; necesitamos patatas. Mirando un cuenco de arroz vacío inventaron los chinos el taoísmo. Pues eso.