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La nueva ley de bienestar animal identifica a los animales como seres sintientes. Nunca se me habría pasado por la cabeza que fuera necesaria una ley para reconocer que los animales también tienen sentimientos. Aunque, la verdad, tampoco está mal recordar estas cosas. Sin embargo, lo que me deja perplejo es la idea de derechos que la nueva ley adjudica a los animales. Como si los derechos no fueran el resultado de una opción y ésta, a su vez, consecuencia de una reflexión. Yo pensaba que la capacidad racional y la toma de decisiones, estaba reducida a los seres humanos. Es una racionalidad a consecuencia del pensamiento y vinculada a opciones éticas y morales, como aprender a distinguir entre el bien y el mal. Pero no, la nueva ley de bienestar animal otorga a los animales una capacidad de decisión que a partir de ahora va a permitirles que antes de actuar piensen en las consecuencias que va a tener su actuación.

Alguien dijo, no sin razón, que los animales no pueden tener derechos porque los derechos son una convención institucional humana y, que sepamos, ningún colectivo animal ha consensuado una forma de actuación. Hasta ahora, los animales contaban con leyes de protección jurídica. Sin embargo, con la nueva ley, van a contar con muchos derechos y ningún deber. Cuando los derechos siempre han estado irremediablemente unidos a unos deberes. En la nueva ley, los deberes son para los dueños, en su afán por terminar con el maltrato animal.

Propongo que, al igual que la nueva ley solo reconoce derechos y ningún deber a los animales, las futuras leyes humanas sigan en la misma dirección: ¡Derechos sin deberes! Tal vez, algún día, los animales tengan los mismos derechos que los humanos. Ese día se establecerá la plena igualdad entre humanos y animales. Entonces, yo exigiré los derechos de las plantas.