De pequeño, conocía yo y recitaba la plegaria ‘Alma de Cristo', un texto del siglo XIV, que gustaba mucho a San Ignacio de Loyola. Ante el Cristo muerto, el escritor iba fijando su atención por partes: alma, cuerpo, sangre, agua del costado, llagas. Buxtehude persigue lo mismo, pero en vez de un recorrido literario presenta un recorrido musical, esta vez en sentido ascendente del cuerpo crucificado: rodillas, manos, costado, pecho, corazón y rostro. Las siete cantatas poseen la misma estructura: concierto vocal y aria, coros y solistas, instrumentos y letras.
Hace poco, Rosa Planas, en la presentación de su muy documentado estudio sobre una monja dominica, subrayaba el peso enorme de la literatura catalana en el siglo más esplendoroso del barroco. Dos autores de aquella época dan fe de la fuerza de este período: el músico alemán luterano Buxtehude (1637-1707) y la mística mallorquina literata sor Ana María del Santísimo Sacramento (1649-1700). Grandes personas, las dos. Exquisitas contribuciones, las suyas, al conocimiento del barroco y al sentimiento piadoso.
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