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El argumento esgrimido durante estos largos cuatro años de Sánchez en La Moncloa para descalificar a la oposición, ha sido presentar como la alternativa a su Gobierno, otro que incluya la extrema derecha, a la que el PP se parece mucho y está dispuesto a pactar con ella, tan dañina que poco menos que se come a los niños crudos. Se suponía que ese mantra tan utilizado en las últimas elecciones de Madrid y Andalucía, una vez comprobado su fracaso, iba a ser sustituido en estas próximas elecciones por algún nuevo argumento. Pero no, sigue siendo su idea fuerza, utilizada también en los tediosos discursos de la moción de censura.

La desvergüenza con la que Bolaños lo utilizó, acusando a Feijóo de ir corriendo a hincarse de rodillas ante Abascal para pedirle formar un Gobierno de coalición, de darse el caso, fue un ejercicio supremo de cinismo, que mueve a la risa si recordamos a este sujeto corriendo a Barcelona en actitud reverencial a pedir perdón por el caso Pegasus, poniéndose a los pies de los sediciosos y aceptar, sin rechistar, que le confiscaran el móvil, y también la dignidad, antes de entrar en el despacho de Vilagrá.
Ese cinismo cobra categoría de escarnio cuando Sánchez le reprocha a Feijóo la foto en que aparece, hace más de un cuarto de siglo, con un narco, mientras él se ha encamado con Otegi, cayendo en la bajeza moral de cambiar votos por presos. Y si ha faltado a todas las promesas hechas en la campaña, ha cumplido con exactitud las pactadas con el otrora terrorista, trasladando al País Vasco a todos los pistoleros de ETA sin que ninguno de ellos se haya arrepentido, incluidos los más sanguinarios con cientos de años de condena y asesinos de algunos socialistas como Fernando Múgica.

Txapote y su pareja abogan por retomar el terrorismo y piensan que habrá que crear una organización parecida para cubrir el vacío que dejó ETA. Más pronto que tarde, el Gobierno vasco les agraciará con beneficios penitenciarios, pues lo primero que hizo Pedro fue transferirle esas competencias. Y si renueva mandato, en cuatro años todos estarán en su casa. Es el nuevo precio de Bildu. ¡Y se permite asustar a los ciudadanos advirtiendo del peligro que entraña un Gobierno de derechas!